Para referirnos al desarrollo histórico en nuestro país, necesariamente, debemos remontarnos a épocas pasadas, donde se empezó ya a justipreciar la importancia de la Inteligencia, no precisamente con este mismo nombre. Ha sido asociada con la seguridad y la defensa, tanto del individuo como persona, cuanto del grupo humano como sociedad. Evidentemente, la necesidad de seguridad es intrínseca al ser humano para su supervivencia en la faz de la Tierra.
Los primeros hombres que habitaban en el Reino de Quito desarrollaron permanentemente un sistema defensivo, para contrarrestar la amenaza constante de su medio circundante. Con este objetivo, crearon leyendas, figuras, monstruos, hombres más fuertes, etc., que se convirtieron en símbolos de defensa de su pueblo. De allí que estos hombres primitivos, movidos siempre por un espíritu de inadvertida conservación y defensa, inicialmente, desarrollaron su intelecto e iniciativa para tal efecto, imaginándose los medios y los métodos más idóneos.
Quienes administraban la seguridad, en el Reino de Quito, eran los Tampa Camáyuíc; y sus ejecutores eran los miembros de la comunidad Quitu-Cara, cuyos integrantes eran seleccionados exclusivamente para dicho fin. Por otra parte, para la seguridad y la vigilancia de la comunidad, existían los Cari, que eran varones adultos a quienes se les encomendaba, como actividad principal, velar por la seguridad física y moral del pueblo Quitu-Cara. En consecuencia, los Cari estaban capacitados para conformar grupos de defensa, seguridad y vigilancia.
En el período incásico, los Incas no solo conquistaron nuestros territorios, sino que impusieron un sistema rígido de disciplina en los pueblos subyugados. Emplearon a sus tropas guerreras para conformar un Regimiento de Orejones, quienes eran encargados y responsables diestros de la defensa, seguridad y vigilancia de todo el Imperio. Eran muy audaces y eficaces en el arte de la guerra. Poseían, además, una gran iniciativa y pericia para cumplir con éxito su misión. En tal virtud, los pueblos conquistados estaban sometidos a una constante vigilancia, para lo cual a la población se la dividía en grupos de 10, 100 y 1000 personas. Por su parte, las poblaciones grandes eran divididas en grupos de 10 000. Cada grupo tenía un vigilante que, según el número de grupo, se llamaba: Chunga-Camáyuc, Pachsac-Camáyuc y Guaranga-Camáyuc, respectivamente.
Cuando los españoles conquistaron el Tahuantinsuyo, abolieron los primitivos sistemas de seguridad. Desde el año 1533, un nuevo mecanismo de control fue implantado por los gobiernos coloniales, basado en los modelos que en aquella época imperaban en España. Era un sistema de alguaciles, tenientes de alguaciles y sus ayudantes.
Por otra parte, también existieron los alcaldes que, en cada poblado, eran los únicos responsables de la política y la seguridad de cada uno de ellos.
En el año de 1818, la Constitución Política Española estructuró un equipo especial llamado Tenientes Pedáneos. Ellos eran los encargados de prevenir y obstaculizar cualquier actividad que atente contra la integridad de la Corona Española. También tenían la misión de informar al Virrey de todos los sucesos y acontecimientos conspirativos de los pueblos, que buscaban su emancipación del yugo ibérico.
Una vez creado el Departamento del Sur, luego de la Independencia del régimen español alcanzada en la Batalla de Pichincha, el 24 de Mayo de 1822, la seguridad seguía con la misma estructura que había heredado de sus opresores. Pero, por ventura, y al poco tiempo, se creó un reglamento provisional de seguridad que, en la parte más sustancial, contemplaba la creación de un Comisario General de Seguridad. Él era el encargado de velar en forma permanente por la paz y la tranquilidad en toda la ciudad; por lo tanto, el Comisario de Cuartel se limitaba a su recinto; y el Cabo de Manzana a su área determinada. Evitaban, en forma oportuna, las reuniones secretas.
El 22 de diciembre de 1827, durante la Gran Colombia, siendo Presidente de la misma el Libertador Simón Bolívar, se dictó el Reglamento de Seguridad. Este normaba la seguridad interna del pueblo grancolombino. Así, el Art. 4 expresa:
"Para conservar la seguridad y tranquilidad de la nación se deberá:
- Impedir y aun disipar por la fuerza cualesquiera reuniones tumultuarias, riñas y alborotos en las plazas, ciudades, villas o parroquias, espacialmente, a horas indebidas de la noche.
- Velar muy cuidadosamente para impedir toda conjuración que se quiera tomar contra el Estado, por medio de reuniones, espías y otros elementos contrarios".
- Este reglamento siguió en vigencia hasta la disolución de la Gran Colombia y la aparición de nuestro territorio como República del Ecuador.